top of page

 

 

 

ENTRAÑAS

 

Suceden cosas extrañas en el taller. La brocha de la buena suerte que desaparece, un bote de aceite que cae dejando una bella mancha, el soldadito de plomo olvidado que resuelve una pieza. En este caso fue un acto desesperado: el cuadro que llevaba trabajando y re-trabajando por semanas volvió a llegar a un punto muerto. Mi reacción fue la típica del amante despechado: “!No te quiero volver a ver en mi vida!” y lo volteé de espaldas en el rincón, ¡Sí! Cuál alumno de primaria castigado.

Al amanecer del otro día, al entrar a recoger mi taza de café, me quedé helado ante el bastidor de espaldas. ¡El cuadro estaba ahí! El espacio de acción, el hábitat de la pintura que intentaba generar por el “lado bueno” simplemente yacía atrás, esperándome, como espera una cancha recién podada al futbolista persignado. ¡Échale Boris! Y en menos de cinco horas quedó la pieza. 

 

He usado demasiadas metáforas (Borges me regañaría) y no quiero comparar lo sucedido al día que Kandinsky y Baselitz se toparon con un cuadro de cabeza, ni al otro día que Bacon estiró erróneamente el lino por el lado “equivocado” (por el lado del lino crudo y no por el lado preparado con media creta), pero, aún así: ¿Porqué no? La creación está repleta de accidentes azarosos, empezando por cada uno de nosotros.

 

Un bastidor volteado es el hombre que enseña sus entrañas. Radiografía de una herida por venir. Papalote, esqueleto boca abajo, volando al viento. Es el platillo elegante que revela el caos en la cocina, la res sacrificada, la zanahoria sembrada (cosechada, transportada). Es presenciar el Arte a través de su materialidad inevitable. 

 

Sobre todas las cosas, el bastidor es la fragmentación que une, que refuerza, que amarra. Es el Yo dividido que soy Yo. 



500 autorretratos más el mío

 

 

 

Narciso no puede despegar su mirada del reflejo en el charco: por su belleza. 

En cambio yo: por el  lunar que crece. 

El autorretrato de Goya, que arranca el libro, me encanta por ser igual de feo, pero, transforma esa fealdad en una piedra. Piedra que cae en el charco de Narciso.



 

Retrospectiva de Francis Bacon

 

                
 

Water lillies

 

 

 

A mediados de los noventas la Galería Rahn en Zurich me invitó a exponer. Pagaron el transporte de la obra, mi boleto de avión y tres noches de hotel. Un chofer con el letrerito de mi nombre (¡cómo me encanta!), me esperaba en la sala de llegadas del aeropuerto. 

-¿A su hotel o a la galería?

-A la galería.

 

Cuando llegué el montaje estaba prácticamente terminado. No recuerdo el nombre del chalán pero era una pistola. Con la punta imantada del taladro inalámbrico sacaba unas pijas muy cucas que introducía al muro en cuestión de segundos. La exposición lucía sobria y elegante pero lo que más me gustó eran los puntitos de colores que ya acompañaban varios cuadros. (Ya luego me enteré que en Suiza tienen un sistema muy sui generis de puntitos: el amarillo es que le gustó a alguien, el verde para el que lo está pensando comprar, el azul  para apartarlo y finalmente el rojo es el clásico vendido. Había de todo menos rojos). 

 

-¿Cómo ves Boris? –me preguntó S. La dueña de la galería -¿Algún cambio?

-Está todo perfecto, ¡que bonita museografía!

-Pues tienes varias horas libres. La inauguración es a las seis en punto. Ya sabes: los suizos inventaron los relojes… 

 

El hotel estaba a un par de cuadras. Dejé la maleta en la habitación y bajé a la plaza. Recordé que el piloto del avión había anunciado que hoy era el primer día de primavera y efectivamente un cielo azul y un sol amistoso armaban un lindo día. Me senté en una mesa al aire libre, pedí un café au lait y me vino bien sacar mi molskine y dibujar el servilletero. 

Pajaritos cantaban, transeúntes pasaban  con sus bolsas del shopping mientras un par de violinistas tocaban su versión de “Let it be”. Fue entonces que divisé esta extraña figura. De entrada su largo abrigo desentonaba con el clima y esto aunado a su postura encorvada, cautivó mi mirada. Veía su espalda, frente a la vitrina de Zara y recuerdo que me extrañó que mirara tanto tiempo los maniquíes femeninos. –Buen modelo –pensé-, y comencé a dibujar su silueta arrancando por su cabeza. Andaba apenas por el cuello cuando el modelo hizo un movimiento ligero, introdujo su mano en la bolsa derecha del saco y saco de ella una roca del tamaño de su puño. En cámara lenta, como si fuese una coreografía de Pina Bausch, dio un paso atrás y lanzó con fuerza la roca al centro de la vitrina. Los pajaritos alzaron vuelo, los transeúntes con sus bolsas de shopping voltearon (uno incluso se puso en cuclillas) y los violinistas callaron. El personaje se enderezó con un suspiro, recogió su portafolio y se alejo lentamente de la plaza. Nadie hizo nada.

-¡Vaya bienvenida al primer mundo! – pensé-, mientras bajé la vista a mi dibujo inconcluso. 

-L´adiditión-, me encanta esa palabra francesa para pedir la cuenta-, síl vous plait. 

Con la cuenta el mesero me entregó un mapita de Zúrich. Me percaté que el Kunsthaus  quedaba cerca. 

-Me quedan seis horas, ¡Hay que checar la competencia!-, me dije- 

Caminaba medio zombi entre Matisses, Picassos, Giacomettis y muchos Klees, cuando de pronto aparecieron los nenúfares. ¡Los magníficos nenúfares! Un escalofrío recorrió mi ser. Al igual que en el Moma de Nueva York,  las largas telas de Monet contaban con una sala amplia y bellamente iluminada e igual que en aquella sala: un acolchonado sillón Van Der Rohe, trono vigía mirador del Titanic, se posaba al centro del espectáculo. 

¿Sería el jet lag que me invadía, o la hipnosis en la cual me sumergen siempre los brochazos de Monet, esa calidad efímera, que le reprochaba Cezanne ? El caso es que me quedé dormido.(-Una corta siesta bien merecida- pensé.)

Al salir de la sala un cocktail elegante se servía en la sala principal, en cuyo centro un  Audi plateado daba vueltas sobre una plataforma rectangular. 

-¡Caramba!-, ¡esta cosa no estaba aquí antes! 

Estaba por pescar una copa de champagne cuando de reojo vi el Swatch digital sobre la puerta de entrada: 20:43



 

Réquiem

 

 

 

Mientras re-trabajaba (corregía), Hey Jude convirtiéndolo en Réquiem leía Correcciones de pruebas en Alta Provenza de Julio Cortázar. 

Mientras re-trabajaba (corregía) Hey Jude convirtiéndolo en Réquiem escuchaba las noticias provenientes de Gaza. 

Mientras Julio Cortázar hacía las Correcciones de pruebas en Alta Provenza, escuchaba las noticias del secuestro de los deportistas israelís en las olimpiadas de Múnich por un grupo de la organización palestina del Fataj. 

La masacre perpetuada por Hamas el 7 de Octubre fue atroz. 

La respuesta israelí fue (y mientras escribo estas palabras sigue siendo) atroz.

Un niño palestino rescatado sin vida de los escombros de Jan Yunis, envuelto en una sábana con su nombre, acompaña hoy día al niño judío del gueto de Varsovia que levanta las manos de Cristo.

Y cito a Cortázar: “Es necesario darse cuenta de que la violencia-hambre, la violencia-miseria, la violencia-opresión, la violencia sub-desarrollo, la violencia-tortura, conducen a la violencia-secuestro, a la violencia-terrorismo, a la violencia-guerrilla”.

El pinche ciclo interminable de la violencia.

 

           

 

 

 

 

 

 

                                       

                                         Ciclo (De la serie Aporías plásticas)

Brancusi

 

 

 

 

- Nada crece bajo la sombra de un gran árbol”- Constantin Brancusi

-“Ups”- Yo.

 

Crimen y castigo

 

 

 

(El crimen ya es el castigo)

Crimen y castigo fue el primer “clásico” que me conmocionó. Aun hoy, más de cincuenta años después, recuerdo la noche que recorrí sus páginas hasta el amanecer; sudar mientras Raskolnikov y yo matábamos a las viejitas, delirar de fiebre mientras la culpa nos azotaba y finalmente respirar aliviados al entregarnos y confesar. 

Antes de Dostoievski la literatura era para mi un estorbo. Formaba parte de en un mundo adulto, cuadrado y frío, que no lograba descifrar, que me oprimía. No cabía en mi mente que pronto se convertiría en una amiga cercana en mi hallarme. 

Vinieron otros asesinos (Mersault, el comandante Kurtz), asesinados (los fantasmas de Rulfo) y otros que combinaban ambos (Ahab y la ballena).

Luego aparecieron mortales sencillos, que sin hacha, pistola o cuchillo en mano, cruzaban los laberintos y acertijos del existir. Los bien vestidos y educados cabrones de Henry James, los polvosos apestosos héroes de Faulkner, los funcionarios y terratenientes de Tolstoi, los apasionados adúlteros de Flaubert, Munro y Heinrich Mann.

Mezcla de luz y sombra: como tú.



 

El viento que lo danza

 

Van Gogh no solo dibuja el trigo. Dibuja su olor, su luz; el viento que lo danza.


 

Escultura moderna

 

                                                                                                                                                

 

¿Quién decía: “La escultura es aquello con lo que tropiezas cuando retrocedes a mirar un cuadro?”

Lo googleo….

¡Barnett Newman! ¡Qué bella coincidencia!


 

Picasso

 

 

 

Cuando pienso en Miguel Ángel veo a Charlton Heston.

Cuando pienso en Van Gogh veo a William Dafoe.

Cuando pienso en Diego Rivera veo a Juan José Gurrola.

Cuando pienso en Anthony Hopkins veo a…Picasso

Epílogo

INSTRUCCIONES PARA VISITAR LA CAPILLA SIXTINA

 

  1. El día anterior a su visita (recomendamos que sea martes o miércoles), registrarse en uno de los hoteles, pensiones o departamentos Airbnb más cercanos al Museo del Vaticano.                                       (Aquí algunas recomendaciones: Cantone Disrtrict Hotel, Pensione Il Cántico, Hotel del Consoli, Residencia Candis, Mama Shelter Roma, Casa Angela). 

 

  1. Levantarse temprano; 4 de la madrugada sería una hora perfecta. Lo importante es llegar a la puerta del Museo a mas tardar a las 5 a.m. Consultar el clima de la temporada y llevar  la indumentaria  adecuada, tomando en cuenta que al salir del sol la temperatura puede cambiar drásticamente. Si lleva café o algún tipo de alimento, hacerlo en envases o envoltorios desechables. En cualquier caso: no llevar ningún tipo de mochila o bolsa, ni para la ropa ni para las bebidas o alimentos. El registro de cualquier elemento en los vestidores del museo, atrasará minutos decisivos su entrada.

 

  1. Es importante, casi indispensable, acudir en pareja. Al arribar al museo notará que hay dos filas; una para la taquilla y otra a la entrada del museo. Lo notará pues en ambas se topará con al menos cuatro personas. Estos son los “aparta lugares”. Que prácticamente duermen diario ahí.  (Si es reacio a madrugar y está dispuesto a pagar 100 euros extra  por boleto podría contratar a alguno de ellos. Aquí un contacto: Máximo Rampieri 3906-27281457). 

 

  1. Este punto es de vital importancia. Ya con los boletos en mano la persona que los adquirió se forma en la cola de Entrada al lado de su pareja, detrás de las ocho personas que optaron por los servicios de los “aparta-lugares”. Abiertas las puertas y pasando al guardia que  intercambiará los boletos por un pin del museo es el momento de optar por el paso veloz, (correr en el Vaticano es acto prohibido). Ahora bien: un día antes de la visita deberá aprender de memoria el camino más rápido a la Capilla Sixtina. (Se anexa plano 1A). En breve se resume así: Segunda puerta a la derecha, tercera a la izquierda, caminar hasta el fondo en donde se topara con una amplia escalera de mármol. Bajar dos niveles. (Si se topa con el famoso “Lauconte” es señal que bajó un nivel de más. Suba rápido al anterior). Ahí, siga de frente hasta la segunda puerta a su izquierda. Camine veloz cincuenta metros y, a su mano derecha, aparecerá un pequeño letrero rojo  que reza: “Capela Sixtina” Máximo cientocincuenta persone” 

 

  1. Siguiendo todos estos pasos al pie de la letra, logrará ser el único humano (junto con su pareja), que por el lapso de diez a veinte minutos pueda disfrutar esta bóveda anodina, que Miguel Ángel Buonarroti transformó en uno de los lugares más bellos del mundo.     

101 autorretratos.jpg
Bacon-Una-retrospectiva.jpg
Monet.jpg
bottom of page